Cuando los Ministerios
Fracasan
“Porque yo honraré a los que me
honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 Samuel 2:30b)
Todos los hijos de Dios tenemos ministerios
que cumplir. Lo que para el común es una responsabilidad, Dios le da la
categoría de “Ministerio”, algo que va más allá de una simple responsabilidad.
Es algo que se debe “Ministrar” o “Administrar”, todos términos generados en la
misma palabra. También se le llama “Mayordomía”. Los padres ejercen como jefes
de hogar y su familia es su primer ministerio; deben administrar sus bienes,
proveer, tomar decisiones, educar. Las madres también tienen sus ministerios,
como la funcionalidad y el orden del hogar, el cuidado de los hijos en la
ausencia del marido, ser ayuda idónea para su esposo, la educación de los
hijos, incluso a veces trabajar para apoyar la economía. Los hijos deben cumplir también sus
ministerios personales como preocuparse en su propia educación y ser apoyo de
los padres en todo. Todo esto nos pide Dios que lo hagamos con responsabilidad,
diligencia, pues el orden familiar es la base principal de una buena sociedad.
Y, por sobre todas estas responsabilidades familiares, nos pide Dios que nos
preocupemos de las cosas Espirituales, de nuestra edificación en los asuntos
celestiales, de conocer los parámetros bíblicos para conducirnos de acuerdo a
lo que Dios nos pide. Para todas estas cosas, Dios nos da talentos naturales y
dones celestiales, para provecho nuestro, de nuestras familias, de nuestras
iglesias… y sin embargo vemos que muchas familias “cristianas” están
fracasando, disolviéndose, dividiéndose, al igual que las iglesias, y por ende
la vida espiritual de muchos. Cada vez convertimos nuestro pueblo en un lugar
donde se habla mucho de Dios, pero no un lugar donde SE VIVA A DIOS. ¿Por qué?
Porque sencillamente se están despreciando los ministerios que Dios nos manda
cuidar. Por eso fracasan las familias, los matrimonios, y por ende las
iglesias. Padres cada vez menos preocupados de administrar en orden, se gastan
el dinero en bagatelas o vicios ocultos, dejando el hogar sin “ni uno”. Mucho
menos se preocupan de la crianza de los hijos, dejándoselas a las esforzadas
madres que tiene que lidiar también con la inmadurez de su marido. También hay
mujeres que se despreocupan de los maridos, los hijos y el hogar, por causa de
empleos tomados por aburrimiento o simplemente hacen abandono de deberes por el
“comadreo”, o la gran importancia que se le asigna a la teleserie del minuto,
postergando su responsabilidad. Y muchos hijos hoy se están convirtiendo en
flojos rematados, alegando que su deber único es estudiar, dejando a padres sin
un apoyo que bien podrían darle para aliviarle sus cargas. Este jamás fue el
plan de Dios para sus hijos. Lo peor de este cuadro es que muchos que viven
este tipo de vidas, sin gobernar bien su casa, están gobernando en las iglesias
y ahí se muestran como buenos hermanos, predican, apoyan, tienen ministerios
dentro de ellas, pero no buenos ministerios en sus propios hogares; eso solo
tiene una sola consecuencia: Malas Iglesias.
Al Sumo Sacerdote Eli se le proceso por un
asunto similar. Dios le juzgó por no poner orden en sus hijos, en su vida, en
su ministerio. El tenía que velar por
las cosas espirituales del pueblo de Israel pero tuvo en poco honrar lo que
Dios le había entregado. Por tanto perdió a sus hijos, su ministerio, su vida.
Hoy no es distinto. Ministros de iglesias, líderes, Maestros, tienen tal
descalabro en los hogares que pierden lo mismo. También los hijos de Dios.
Dos consejos. 1- Honre lo
que Dios le ha dado y cuídelo como el mejor mayordomo, luche por ello, cumpla
su ministerio y no deje de agradar a Dios. 2- Si está en posición en una
iglesia, pregúntese si está cumpliendo los requisitos puesto en 1 Timoteo
3:1-13, requisitos puestos por Dios para los que tienen ministerios de
liderazgo. Si siente que falta en alguno, vaya y póngase a cuentas con Dios y
con los afectados y deje su ministerio hasta arreglar y ordenar sus asuntos.
Luego los puede volver a retomar, con limpia conciencia (Vers. 9). Bendiciones.
Pastor Marcelo Valdés
No hay comentarios:
Publicar un comentario