Mirando al cielo
Llevando Frutos
Una vida rendida a Dios es una vida que lleva
fruto. El versículo lo dice claramente, se puede llevar fruto a ciento, a el
sesenta y a treinta por uno; no es la misma cantidad de fruto en todos, pero
todos llevan, todos producen, todos fructifican. En la parábola del sembrador
Dios es claro en “quien es la buena tierra”: el que da fruto. En contraste, los
que son como el camino, los pedregales o los espinos, que no fructifican, no
podrían llamarse cristianos en ninguna manera ¿Por qué? Porque no llevan fruto,
así de simple. No existen los cristianos estériles, todo cristiano produce
fruto. Esos frutos son la evidencia de un verdadero cristiano.
¿De qué frutos estamos hablando? Gálatas 5:19-21
nos muestra los frutos “de la carne” y se refiere a esos frutos perecibles, que
no permanecen, que son destructivos. “adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y
cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he
dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
Entonces claramente un cristiano no debería practicar tales cosas; los que
viven según el fruto de la carne NO HEREDARÁ EL REINO DE DIOS. La contraparte
es el fruto del Espíritu Santo que son: “amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”
(Gálatas 5:22-24). La última parte es significativa: Crucificar la carne con
sus pasiones y deseos. Un verdadero cristiano crucifica y está en constante
lucha con las obras de la carne, porque sabe que son destructivas y nada de
buenas. Puede perder una batalla, pero sabe que tiene ganada la guerra, por eso
sigue adelante y su fruto permanece. Pone la mira en las cosas excelentes, no
en las terrenales y egoístas.
¿Cómo llevar fruto? Fíjate bien en el versículo
de Mateo: “El que oye y entiende la Palabra y da fruto” es la respuesta.
Primero debes “Oír”. Y la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17).
¿Estas “oyendo”? ¿Lees la Biblia para oír, para saber, para instruirte? ¿Vas a
la iglesia para recibir esa instrucción? Cristo dice: “el que tiene oídos para
oír, oiga”, pero muchos se resisten a oír la voz de Dios y prefieren escucharse
ellos mismos. El segundo consejo dice “entiende”. Hay muchos que sí van a las
iglesias y que sí leen la Biblia, pero no comprenden ni entienden, porque aquel
que entiende, se vuelve de su pecado y no practica tal pecado. Santiago dice
que no seamos tan solo oidores sino hacedores de la palabra (Santiago 1:22) y
un hacedor, practicante, un ejecutor de lo que ha oído, lo hace porque
simplemente entendió, comprendió muy bien lo que debía hacer. Por tanto, es el
que oye y entiende el que está listo para llevar fruto y se pone manos a la
obra para fructificar. Esa es la buena tierra, esos son los que heredan el
reino de Dios, esos los verdaderos hijos del Altísimo. Revisemos nuestros
frutos. Bendiciones.
Pastor Marcelo Valdés
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