Mirando al Cielo
Mártires de la fe
“Así que, hermanos, os ruego
por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”
(Romanos 12:1)
Estaba revisando la historia de algunos mártires
de la fe. No son muy conocidos para el común de la gente, pero la realidad es
que muchos héroes valientes, que dieron su vida por la causa de Cristo, fueron
anónimos o poco conocidos. Como el caso de Jan Hus, predicador Checo y un
defensor de la salvación solo por medio de la fe en Cristo, quien fuera
sacerdote y que habló valientemente en contra de la inmoralidad de la época de
sacerdotes católicos y de su salvación por medio de obras, sus indulgencias y
de santos. Fue un precursor de la “Reforma” y fue condenado a la hoguera por
“hereje”. Cuenta la historia que pronunció su última frase ante su juez y
verdugo, diciendo: “Vas a asar a un ganso, pero dentro de un siglo te encontraras con un
cisne que no podrás asar”. Corría el año 1415 y
justamente, 102 años después (1517), el gran Reformador, Martín Lutero, puso
sus 95 tesis en la puerta de Wittemberg, la que en su escudo tenía ¡un cisne!..
Todos sabemos que Lutero, si bien muchos procuraron su muerte, murió de causas
naturales. Jan Hus no fue profeta, solo un siervo que quiso defender
ardientemente la fe bíblica, y dio su vida por ella con un oráculo que se
cumplió perfectamente en el gran reformador.
También leía sobre Guido de Bréas, otro ex sacerdote nacido en Bélgica,
que estudió las Escrituras y se dio cuenta de la abismal diferencia entre la
Palabra de Dios y la práctica de la iglesia reinante. Fue perseguido por su
rebelión y por escribir la “Confesión de fe” del pueblo protestante en Bélgica,
confesión que hasta el día de hoy mantiene el mundo evangélico en Europa.
Terminó siendo apresado, torturado y ahorcado, pero me llama poderosamente la
atención que, llegando la hora de su muerte y subiendo los peldaños del
cadalso, se detuvo para predicar por última vez y pedirle a los hombres “que se
arrepientan” (Hechos 17:30). Vio en la multitudinaria asistencia de quienes
querían ver su ejecución, un buen momento para hablarles de Cristo. Murió
acallado por la soga.
Hubo muchos más como él, tal vez no tan conocidos como lo fueron los
padres de la reforma (Lutero, Calvino, Zwinglio), pero sí decisivos por su
coraje, valentía, pertinencia y verdadera fe puesta en acción. Recuerdo a
Guillermo Farel, Guillermo de Orange, Juan de Valdés, John Wyclif, William
Tyndale, John Knox, todos héroes de la
fe, que presentaron sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios
(Romanos 12:1-2), jamás conformados a sus tiempos, a los vicios, la
intolerancia, los excesos y muy en especial, la falta de conformidad a las
Santas escrituras.
Simplemente no puedo dejar de hacerme la pregunta: ¿Estoy a la altura de
ellos? Con todo lo que ellos hicieron, comparado con mis logros, me siento casi
un cristiano “de cartón”. Con todo lo que enfrentaron, desafiaron, lucharon,
sacrificaron, expusieron, realmente me incomoda la tremenda comodidad en la que
vivo. En tiempos donde escasea la fe, tiempos de molicie, donde ser cristiano
es fácil, donde no somos perseguidos, acusados de herejes, expuesto a torturas
ni nada similar, es que me hago la segunda pregunta: ¿Hubiera luchado como
ellos en sus días? ¿O me habría retractado y hubiera negado la fe de Cristo?..
¡Uf!, difícil saberlo. Pero también reflexiono
y entiendo que no estoy en tiempos de la Reforma; yo pertenezco a los
tiempos actuales, muy distintos a los de otrora, y como ya dije (o Cristo afirma – Lucas 18:8-),
tiempos de poca fe; y para hacer una justa comparación (aunque muchos dicen que
son odiosas) debo ser proporcional a los tiempos, tiempos sin persecución (por
lo menos aquí) y responderme quizás lo siguiente: ¿Soy fiel a la Palabra de
Dios? ¿Impactan mi vida sus mandamientos como para cambiar mi forma de ser,
para ser como Cristo manda? Los desafíos de la lluvia, el sol, la lejanía, el
frio, el sueño, la telenovela, el partido de futbol, la fiesta, ¿Son
impedimentos para mi fiel asistencia al lugar de adoración a Dios, a predicar
su palabra, a asistir un hermano en necesidad? ¿Estoy dispuesto a presentarme
en “sacrificio vivo” por amor a la verdad, al prójimo y a Dios? ¿Soy diligente
en la consulta de las Escrituras, en la oración ardorosa, en la proclamación
preparada? Quizás, si fueran respuestas positivas a estas interrogantes,
tengamos alguna chance de llegar a la altura del talón del más insignificante
mártir de Cristo. Bendiciones.
Pastor Marcelo Valdés
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